Miedo a levantar la mano
No, no me estoy refiriendo a pegar a nadie ni a pedir la cuenta, sino a alzar la voz, a plantar cara a un problema.
Pero, ¿por qué no lo hacemos?
Esta reflexión surge de situación que se repite con demasiada frecuencia.
Pongo un ejemplo real: Reunión por Zoom, 34 asistentes. El anfitrión comienza a hablar pero alguien se ha dejado el micrófono abierto y se oyen ruidos de niños gritando, platos y coches, por lo que es imposible escuchar al anfitrión, que parece ajeno al problema y continúa con su charla.
Asisto atónita a cómo durante más de 10 minutos todos permanecemos ahí, sin escuchar nada más que ruido, mientras que el anfitrión explica algo muy importante.
Así que no aguanto más, activo el micrófono e interrumpo amablemente al anfitrión explicando que no se oye muy bien y le sugiero usar la opción de silenciar a todos los asistentes.
En ese preciso momento varias personas más activan sus micrófonos para explicarle cómo se hace y al fin comenzamos a escuchar.
Solo hemos perdido 10 minutos, pero me pregunto, ¿cuánto tiempo más hubiera aguantado la gente? Me temo por experiencia, que mucho más, incluso la charla entera.
A mí personalmente me viene la pregunta “pero si no oyen nada, ¿por qué se quedan callados?
¿Por qué ese miedo a hablar? ¿Es debido a nuestra educación ? ¿O es simplemente por pereza?
Presenciamos a diario problemas e injusticias de fácil solución que solo requieren alzar la voz pero nos cuesta horrores. Y de esa forma se perpetúan muchos de los problemas de nuestra sociedad. En pequeños corrillos, todos solucionamos el mundo en un periquete, pero cuando realmente tenemos la oportunidad de actuar, no hacemos nada. Y de nuevo repito, ¿por qué?
¿A qué tenemos miedo? ¿A ser diferentes? ¿A ser señalados? ¿A ser juzgados? ¿A equivocarnos? Realmente me encantaría entenderlo.
He preguntado a mi alrededor y casi todos opinan que es algo que nos inculca la sociedad o nuestra propia familia. Frases fatales como: “tú mejor calladita” o “no te metas donde no te llaman a ver si…”
Me encantaría saber dónde nace esa sumisión absoluta.
De mi madre aprendí a ser luchadora e inconformista (muchas gracias mamá). De no someterme ante lo injusto e ilógico. ¿Es eso una virtud o un problema?
He conseguido grandes cosas en la vida (algunas hasta surrealistas) gracias a no tener miedo a decir ni pedir las cosas.
Sé que seré un quebradero de cabeza para aquellos que nos quieren ovejas que ejecutan pero no cuestionan, pero por cada problema que pueda arreglar y por todas las personas que pueda ayudar, merecerá la pena haber levantado la mano.